“A la sociedad en general y al medio 24/7 Noticias: Nos tomó días poder digerir los muchos juicios y prejuicios expresados en la carta de opinión publicada en este medio el día 16 de junio de 2020, y que muestra opiniones prejuiciadas, que aun representan a un grupo de la población.

Compartimos nuestras reflexiones, mismas que se ubican después de las frases escritas por la persona Brenes Oviedo -que aparecen en mayúsculas-.

-  #OPINIÓN |Hablando de madre a madre.

Mejor hablemos de mujeres empáticas, vale más que seamos empáticas con el dolor y la indignación de una madre, como si fuera el nuestro.

-  Doña Patricia Zamora, como madre me uno a su dolor, reciba mis más sinceras condolencias.

Es difícil creer que las condolencias sean sinceras (esto es, sin fingimiento ni intenciones ocultas) cuando el contenido del mensaje va cargado de recriminación y culpa contra la madre de la muchacha asesinada.

-  No es mucho lo que se puede decir en estos momentos, sin embargo, como madres es mucho lo que podemos reflexionar.

Más bien, es mucho lo que esta situación nos permite decir. Las mujeres y hombres de nuestra sociedad debemos reflexionar sobre este femicidio. Pero arremeter contra las víctimas directas e indirectas de la violencia machista, es convertirse en cómplice de una cultura que considera, aplaude y reproduce acciones, imágenes, y frases que afianzan la idea que las mujeres somos objeto y propiedad de los hombres, pero además merecedoras y culpables de las violencias que nos infligen.

-  Dígame doña Patricia, ¿era usted consciente de las rutinas de su hija, a dónde iba, con quién andaba?

La violencia no tiene justificación, no importa cuáles fueran las rutinas de la víctima, los sitios que frecuentaba, con quienes andaba. Mejor preguntemos: ¿Son acaso los padres y las madres sombra de los movimientos de sus hijos e hijas mayores de edad?

-  ¿Tenía usted conocimiento de que su hija tal vez consumía drogas?

¿Qué relación tienen estas preguntas capciosas con el repudiable asesinato de una joven en manos de un hombre violento? ¿Cuántas mujeres que no consumen drogas mueren a manos de sus parejas, de exparejas, acosadores y desconocidos? ¿Acaso la conducta de una persona da permiso para que otra la mate o la desaparezca? Las víctimas no son culpables de la agresión, pero al formular interrogantes maliciosas, se induce a equivocadas y serias sugerencias: a) insinuar que las mujeres que consumen drogas, tienen cierto grado de responsabilidad de ser asesinadas y b) Hace parecer el asesinato como un hecho azaroso y no como un problema social, que requiere estudio y abordaje de esta lacra que es la violencia de género.

-  Usted como madre tenía que conocer a su hija, usted la parió, usted la crio.

La madre de la joven insistió que por conocer muy bien a su hija sabía que algo malo había pasado, y fue des escuchada por las autoridades con las que denunció. Además, no es posible, ni deseable, ni sano, para una persona estar 100% sobre los movimientos de otra persona, aunque lo deseara. ¿Será que ella cree que el ser padre o madre es sinónimo de obtener la omnipresencia, o cree que las hijas y los hijos deben estar siempre bajo la tutela sin alcanzar nunca la mayoría de edad? Este mandato social machista de omnipresencia que recae sobre las madres, las oprime de dos formas: 1) la obligación cruel e irreal de tener que estar disponible y vigilante en todo momento y 2) la expectativa insana de tener que controlar a sus hijos, pero sobre todo a sus hijas en todo tiempo y a cualquier edad. En el proceso de acompañamiento en el desarrollo de las hijas e hijos hay otros sujetos de importancia como son el padre, las amistades, los vecinos y vecinas y la sociedad entera.

-  ¿Considera usted doña Patricia que esta tragedia pudo haberse evitado? No lo sé, se lo pregunto a conciencia.

 En el mundo, en América Latina y en particular en Costa Rica, es un riesgo ser mujer. Costa Rica está en el segundo grupo de países con mayor presencia de asesinatos de mujeres por razones de género; pero al juzgar y señalar, se sustenta el autoengaño de depositar la culpa en la otra persona y desentenderse así de la propia responsabilidad social que todos y todas tenemos ante los hechos de violencia. Qué fácil es pensar que los femicidios se pueden evitar si las mujeres estuviéramos encerradas, obedientes o custodiadas en una cajita de cristal, cuando lo que debe transformarse es la cultura patriarcal que engendra personas: que se creen todopoderosas, capaces de someter a sus hijas e hijos a sus criterios y voluntad, personas que creen que pueden juzgar a los demás y condenar. Recordemos que encasillar a las mujeres en estereotipos es una forma de violencia que hace referencia a aspectos de la cultura que la legitiman.

-  Desconozco las condiciones y el ambiente social en el cual se crio Luany Valeria, que, aunque es importante no es trascendente, lo que verdaderamente trasciende aquí son los valores, el ejemplo, la confianza y el diálogo que usted como madre debió de proveerle a su hija.

En un contexto social que valida la violencia contra las mujeres, importante es entender los femicidios como la más grave de las violencias de género; donde estas mujeres asesinadas no mueren por el tipo de relación que tengan con su madre (como propone la señora que escribe), sino porque los hombres que las asesinaron en un acto voluntario, se creyeron con derecho de disponer de sus vidas.

Nos preguntamos ¿Con qué derecho se juzga la relación entre esta madre y su hija? Qué conveniente ignorar el contexto social, generador y cómplice, como si este no generara influencia en las personas.

-  Ahora es tarde doña Patricia, su hija no volverá. No es culpa del OIJ ni tampoco de las estadísticas criminales de una sociedad evidentemente degradada.

En el asesinato de Luany, varios actores son responsables: a) El Estado, responsable y garante de hacer cumplir (a través de sus instituciones y organismos) sus obligaciones contraídas, para responder en forma pronta y cumplida en la prevención, investigación, sanción y reparación, ante cualquier acto de violencia contra las mujeres. b) La sociedad machista, que alecciona hombres capaces de matar a las mujeres porque no acceden a sus demandas; misma sociedad que valida el atrevimiento violento de señalar a las víctimas, y que “naturaliza” el riesgo constante en el que vivimos las mujeres, cimentado en la creencia de ser ellas las únicas responsables de “cuidarse” y “evitar que las maten”.

-  Esto es culpa de nosotros los padres, que de una u otra manera hemos sido negligentes y alcahuetas.

Los padres y las madres no son los únicos agentes encargados de socializar, pero siguen los mismos mecanismos de transmisión del patriarcado, utilizando los roles de género transformados en creencias, y mitos religiosos para fundamentar la subordinación de las mujeres a hombres posesivos y violentos. ¿Por qué no nos preguntamos qué o quiénes, engendran femicidas? Es un problema de esta cultura patriarcal, donde es imperativo que padres, madres y sociedad en general eduquemos niños para que no maltraten, violen o maten y es necesario dejar de educar a las mujeres para “no ser asesinadas”. Por esta razón, una revisión y un cambio de mirada, constituye al menos un avance hacia el reconocimiento del patriarcado como sistema de dominación estructural dentro de los procesos de las violencias contra las mujeres.

-  No vi ninguna fotografía del perfil de su hija donde ella exhibiera un título, un negocio, una profesión.

La vida de las mujeres, su valor y el hecho de “no merecer” ser apuñalada varias veces por un tipo, no depende de un título o de su ocupación, depende del hecho de ser una persona y tener derechos fundamentales como tal. Además, las crónicas de femicidios en Costa Rica revelan que tener un título o un empleo no es un “escudo” para no ser víctima de malos tratos o de un femicidio.

-  Todo lo que veo en ese perfil es a una chica muy guapa que presume constantemente su cuerpo, su cabello y sus prendas imitando a la Reina del sur.

La clase social, el atractivo físico, si se vestía de cierta forma, lo que compartía en su perfil, las preocupaciones o proyectos de vida de una joven u otros argumentos que responden a prejuicios no son excusa para tomarse la libertad de quitarle la vida. Permitirse juicios y consideraciones de este tipo es tener un enfoque limitado y constituye una conducta que atenta contra la integridad física, moral y vital de las mujeres. Así, el esfuerzo por estigmatizar a la víctima, es solo reflejo de cómo en la sociedad seguimos condenando y revictimizando a las mujeres.

-  ¿No le extraña que el OIJ investigara nexos de su hija localizados en un precario de Curridabat? 

Se está insinuando públicamente aspectos que podrían lesionar la investigación, a la vez que podrían dar pie en el ámbito legal, para una demanda por difamación o calumnias.

-  ¿Por qué su hija salió de casa y simplemente no llegó en toda la noche?

Estas son preguntas que debe hacer una autoridad oficial para comprender mejor el caso, no con afán de juicio moral, sino como parte de un acto de investigación.

-  ¿Dónde estaba usted doña Patricia?

Si hubiere motivos para dudar del rol de algún familiar de la joven esto debe ser esclarecido por las autoridades, no por cualquier persona que investida por la pseudo “autoridad de madre” opina validando la violencia en un medio de comunicación.

-  Yo sé que son muchas preguntas, pero ya es tarde. Al igual que usted muchas otras madres también han perdido sus hijos por no prestar atención cuando debieron hacerlo, solamente ignoraron, se hicieron las “majes”.

El ataque a una madre en duelo activo es un acto inhumano, de doble moral, al que esta sociedad está acostumbrada por el machismo que culpa a las mujeres y a sus “guardianas” de no haberse o haberlas protegido… ¿Por qué no preguntarse quién es el hombre que la mató?, ¿por qué no utilizar tiempo y palabras para modelar a hijos e hijas una mayor sensibilidad ante un hecho tan doloroso como la muerte de Luany Valeria en particular y de los femicidios y desapariciones de las mujeres en general?

-  Espero doña Patricia, que, así como le pide cuentas al OIJ, usted también reconozca su negligencia.

Aborrecible trabajo ha hecho el patriarcado en algunas mujeres, instalando la desidentificación y la sospecha entre ellas, para hacer juicios moralistas, odiosas insinuaciones y lesivos señalamientos, en momentos críticos donde la otra (la que sufre, la doliente) es un espejo que nos debería estimular a la solidaridad, al amor, al respeto, a la consideración.

Pero sobre todo a elegir encontrarnos con la otra en la opresión y el dolor, para construir con lazos de sororidad y resistencia en una cultura de violencia contra las mujeres. En momentos cuando las familias sufren la desaparición o asesinato de un o una joven, se espera que las personas y la sociedad “se puedan poner en sus zapatos” para activar la empatía y alcanzar la justicia de género.