Juan Guaidó proclamó un gobierno paralelo de oposición.

Ha podido ser pequeño o mediano ese sector opositor, pero ese no es el punto. El punto es que un demócrata no apalea a otro por el sólo hecho de no opinar lo mismo. Maduro es tan cínico y déspota como lo son Ortega y Murillo.

Dicho esto, agrego lo siguiente:  el político venezolano Juan Guaidó asumió el miércoles la Presidencia Interina de Venezuela sustentado en dos articulos de la Constitución Bolivariana que son el 333 y el 350. Dichos artículos establecen:

"Artículo 333.- Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia."

"Artículo 350.- El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos."

Ambos artículos, si se leen como son, desconocen de palo a palo la legitmidad política del Gobierno de Nicolás Maduro. Ni más ni menos. Pero una afrenta a un autócrata se paga muy caro. Carísimo. Y la paga siempre el pueblo desarmado.

La reacción no se hará esperar y Maduro -como Ortega- buscará inflar las venas al tope de sus huestes para ir hacia una confrontación militar interna que los justifique y los coloque indefinidamente en el poder.

Lo mismo harán los grupos internos y los países afines a la oposición que dirige Guaidó: atizar la hoguera de la violencia.

La presión internacional diplomática a Maduro no le ha hecho ni le hará mella, mientras controle el grueso de las Fuerzas Armadas y la capacidad de reprimir a las fuerzas políticas opositoras.

La presión internacional diplomática a Maduro no le ha hecho ni le hará mella, mientras controle el grueso de las Fuerzas Armadas y la capacidad de reprimir a las fuerzas políticas opositoras.

Si eso es así, nunca ha estado Venezuela tan cerca de una crisis político militar como ahora, que amenaza con ser regional, no por Guaidó en sí, sino por el entorno internacional que va desde Trump a Bolsonaro.

Y el pueblo llano, los ciudadanos, pagarán los platos rotos.