El que la tasa de desempleo medida por la ECE se ubique sistemáticamente por encima de la medida por la Encuesta de Hogares (ENAHO) se debe principalmente a dos razones: i) la mayor precisión del instrumento de medición (la encuesta) y ii) la mejor preparación y capacitación de los encuestadores (especializados en la materia).

Por eso, organismos internacionales como la CEPAL siguen utilizando los datos de desempleo de la ENAHO para comparaciones internacionales con el resto de América Latina, sin negar que incluso el desempleo recogido por la ENAHO resulta mayor que el promedio latinoamericano; aunque en ello incide sin duda los mayores niveles de subempleo e informalidad en el resto de la región, muy especialmente en Centroamérica.

Pero desde antes de la crisis de 2008 ya era notoria la pérdida de capacidad de nuestra economía (sectores público y privado) para generar oportunidades de empleo para ciertos segmentos de la población.

Y es que el "desempleado promedio" en Costa Rica está bien caracterizado y se puede ubicar en cuatro segmentos: i) la población joven (menos de 34) con secundaria incompleta o menos, mayoritariamente mujeres y habitantes de algunas regiones periféricas (Brunca, por ejemplo); jóvenes con estudios universitarios (completos o incompletos) que se ubican en mercados saturados y/o que carecen de algunos requerimientos adicionales al título (como un segundo idioma); personas mayores de 50 años que por diversos motivos se quedan sin empleo y se les hace difícil encontrar uno similar (aunque este grupo no es tan numeroso, ya que por su experiencia suelen ubicarse aunque sea en empleos de menor remuneración) y; iv) la población en condiciones de discapacidad, que sufre una severa discriminación social. Por razones de espacio, me refiero en este artículo sólo al primer grupo, quizás el más numeroso.

En cambio, las personas que se ubican en el décimo decil de ingresos y que poseen estudios superiores, suelen enfrentar tasas de desempleo menores al 4%; muy cercano a lo que en economía se llama, un "desempleo friccional".

¿Qué ha ocurrido con el cambio de siglo, pero especialmente después de la crisis del 2008, para que las personas que se ubican en el primer segmento indicado hayan visto disminuir estructuralmente sus oportunidades de empleo? Podemos sugerir varios factores, pero el común denominador es la severa pérdida de dinamismo de los sectores productivos en que antes lograban ubicarse (sus padres).

1) Sectores tradicionalmente empleadores de mano de obra de baja calificación han perdido dinamismo e incluso participación en el PIB en los últimos 20 años: agricultura de granos básicos, agricultura de varias cosechas al año (que demanda más mano de obra), comercio tradicional, industria de baja tecnología, obra pública.

2) Incluso, la maquila textil, que en los 80 y 90 del siglo anterior se expandió a tasas muy altas, hoy se ha reducido a su mínima expresión; ante la imposibilidad de enfrentar la competencia china y sudamericana, la incapacidad de reconvertirse y reinsertarse en la cadena global y el mal acuerdo logrado en el marco del CAFTA. Más de 50 000 empleos en este sector ya no están disponibles.

3) Los sectores de mayor crecimiento en los últimos años demandan fuerza de trabajo de mucha mayor capacitación: servicios financieros, centros de atención al cliente, centros de proyectos, servicios informáticos, otros servicios a empresas, industrias especializadas, servicios comunales y personales, etc. Pero estos sectores presentan otra peculiaridad: no suelen demandar grandes cantidades de empleos indirectos, como lo demuestran diversos estudios derivados de la matriz de insumo producto 2011 elaborada por el Banco Central.

4) El carácter empleador del Estado se agotó hace un par de décadas, especialmente con la crisis fiscal de los últimos seis años. Así, el Estado ya no logra compensar al sector privado en las épocas de vacas flacas, y una coherente política anti cíclica sigue brillando por su ausencia.

5) Durante los años 80 y 90 del siglo pasado, la privatización, hasta cierto límite, de la educación, la salud y la seguridad en los barrios generó empleos crecientes de baja, mediana y alta calificación durante un par de décadas; pero esta dinámica ha tocado techo, especialmente en educación primaria y secundaria, en salud privada hospitalaria y en seguridad residencial; ya que es sólo el 15 0 20% de la población de más altos ingresos la que puede financiar estos servicios, otrora casi exclusivamente públicos. Su crecimiento es hoy día prácticamente "vegetativo".

6) En los últimos años hemos visto surgir (además de los nuevos empleos especializados y del turismo tradicional), formas de autoempleo que en alguna medida compensan la crítica situación de los sectores de la "vieja economía" (término acuñado en los informes del Estado de la Nación): transporte privado de personas, servicios domésticos, servicios de reparaciones de todo tipo, pequeña agroindustria, servicios expresos de documentos y alimentos, recolección y tratamiento de desechos sólidos, turismo rural comunitario, etc.; pero sin que los mismos alcancen niveles de solidaridad, apoyo estatal, productividad o calidad que permitan ser revalorados socialmente y enfrentar con éxito la competencia nacional y externa.

Por las razones apuntadas, no parece que podamos enfrentar la situación de crisis señalada con una simple "reactivación de la economía". Nuevas prácticas sociales, nuevas formas de organización empresarial (como la economía social y solidaria), nuevas visiones desde el Estado (para superar la pobreza y la desigualdad) e incluso, nuevos sectores productivos deberán reinventarse (como la agroindustria) o crearse completamente (como una industria a escala nacional de gestión de residuos o cuido de la naturaleza). La tarea no es sencilla, pero sin una adecuada valoración de su magnitud y naturaleza, la misma sería sencillamente imposible.

Economista y diputado del Partido Acción Ciudadana.
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