Dicha pretensión violenta la Constitución Política salvadoreña, que de manera expresa prohíbe la reelección consecutiva del presidente de la República, afirma la declaración. No obstante, la Corte Constitucional de El Salvador ha declarado que la reelección consecutiva no es inconstitucional.
El documento también lo firman los expresidentes de Costa Rica Miguel Ángel Rodríguez y Luis Guillermo Solís, junto a políticos como el español José María Aznar, el uruguayo Julio María Sanguinetti de Uruguay, César Gaviria de Colombia, Mauricio Macri de Argentina y Felipe Calderón de México, entre otros.
No entro a considerar, por no ser útil al propósito de estas líneas, si es justa, correcta o democrática la pretensión de Bukele, pero llama la atención que varios de estos políticos han ejercido el poder durante más de un periodo en sus respectivos países, tal es el caso de Aznar y Sanguinetti. Y otros se han postulado pero han sido derrotados en los comicios, como Macri.
Sin embargo, el caso de Oscar Arias es tan análogo al de Bukele que uno se pregunta si al Premio Nobel no se le subieron los colores a la cara al momento de firmar el mencionado documento.
La Constitución Política de Costa Rica también prohibió de manera expresa la reelección presidencial hasta 2013, año en que la Sala IV o Constitucional cedió a los repetidos intentos de Arias por suprimir la norma mediante decreto judicial, pues sabía que el camino de una reforma constitucional era demasiado riesgoso.
Así, el expresidente fue el primero -hasta ahora el único- en varias décadas en ceñirse la banda presidencial por un segundo periodo.
El expresidente Luis Alberto Monge, del mismo partido político de Arias, definió la maniobra como “un cañonazo a la Constitución Política”, pero nadie demandó la intervención de la OEA para restablecer la democracia en Costa Rica.
Es poco probable que Oscar Arias no recuerde cómo hizo posible su reelección en 2006: doblándole el brazo a los magistrados constitucionales (afirmó Guido Sáenz, otro connotado liberacionista ya fallecido), algo parecido a lo que debe haber hecho Bukele, aunque tal vez sin empeñar tanto esfuerzo.
Así que lo de Arias no debe ser amnesia común, sino amnesia política, un género de desmemoria provocada por el cinismo y la soberbia, que le hace creer que todo lo que hace es legítimo porque, a diferencia de otros, le asiste una especie de derecho divino.