Los estadios y otros sitios de espectáculos públicos se llenan al cien por ciento de su capacidad, sin control ni restricción algunos por parte de las autoridades de salud.

La Comisión Nacional de Emergencias no volvió a emitir estados de alerta y las campañas pro-vacunación son cosa del pasado y, aunque la Caja Costarricense del Seguro Social siga vacunando, lo cierto es que el ritmo ha bajado.   En otras palabras, parece que ya no existe una política pública relativa al tema.

El resultado de todo lo anterior es que hay una tendencia creciente entre la población a creer que la pandemia ya ha sido superada. Cada vez más, al Covid-19 nos referimos en pretérito, aunque los expertos estiman que en este mes de julio se estaría llegando a un pico de unos 80.000 casos semanales.

Esta apreciación es coherente con el segundo reporte de casos emitido por el Ministerio de Salud desde el 30 de mayo, después de un “apagón” informativo de casi dos meses. Dicho informe indica que en la semana del 10 al 16 de julio se confirmaron 19.038 casos, un promedio de 2.720 por día, y se registraron 37 muertes (5 diarios en promedio).

Los casos reportados, según el criterio de los especialistas, constituyen apenas el 20% de los casos reales, debido a la gran cantidad de personas que no son diagnosticadas por falta de capacidad de los centros de salud o porque presentan síntomas moderados y no acuden al hospital o del todo son asintomáticos.

Expertos como los epidemiólogos Ronald Evans, de la Universidad Hispanoamericana, y Juan José Romero, de la Universidad Nacional, estiman que si bien es cierto hubo una situación crítica provocada por el hackeo de los sistemas informáticos institucionales, las autoridades no se han preocupado por encontrar canales alternativos para el flujo de información, algo que es totalmente viable.

“Este silencio informativo es único entre todos los países democráticos del mundo”, aseguró Evans, quien considera esta “oscuridad epidemiológica” como una amenaza grave a la salud pública del país, pues existe el riesgo de perder lo que se había avanzado en el manejo de la pandemia.

El epidemiólogo Juan José Romero, de la Universidad Nacional, aseguró que hace varias semanas se les hizo un ofrecimiento al Ministerio de Salud y a la CCSS para crear líneas colaterales de información, difíciles de hackear, pero las autoridades no han respondido a la propuesta.

 

Variantes y vacunación

De acuerdo con los epidemiólogos, es posible que las variantes y subvariantes de ómicron que estén dominando en este momento en el país, sean la BA2, BA1, mientras están ganando espacio las BA4 y BA5, asociadas a lo que ya se ha empezado a definir como una sexta ola pandémica en el mundo.

En países europeos los hospitales han empezado a sentir nuevamente las presiones por la demanda de servicios, pero en Costa Rica estamos a oscuras sobre el comportamiento del virus por falta de información, afirma Romero.

Hasta ahora, las vacunas han sido de gran ayuda para evitar el colapso hospitalario por gravedad y el aumento del número de fallecimientos, pero el virus está ahí, pueden aparecer variantes más agresivas y complicar la situación hospitalaria.

Además, el apagón informativo ha reducido el ritmo de la vacunación. A la fecha, solo el 46,8% de la población ha recibido una tercera dosis, por lo que el 53,2% solo cuenta con una, dos o cero dosis. Gran parte de la población con una dosis o esquema básico podría tener más de seis meses sin recibir refuerzo y estar expuesta a complicaciones de salud en caso de contagiarse.

 

Meter la pandemia bajo la alfombra

En general, la tendencia de las autoridades del actual gobierno es volver la mirada hacia otra parte y hacer como que la pandemia ya no existe. Esa actitud ha hecho feliz a mucha gente que estaba cansada de las restricciones y las medidas de precaución, pero constituye un riesgo muy alto de que la situación epidemiológica del país se descontrole.

Para las nuevas autoridades resulta mucho más rentable, políticamente hablando, meter la pandemia debajo de la alfombra y hacer como que ya no existe, o fingir que es una “gripe más” con la que se puede convivir sin riesgo.

Pero la verdad es otra. Hay personas muriendo y morirán muchas más mientras la población esté desprevenida, creyendo que el Covid-19 ya no es una amenaza a su salud. Habrá muchas incapacidades por el aumento de casos activos, se afectará la economía. Y sobrevivientes al virus, en número considerable, quedarán afectados con las secuelas de la enfermedad durante semanas y meses.