Bajo un sol que mordía la piel en Managua, Lillyam Canales tomó con fuerza el micrófono y gritó: “¡Somos ciudadanos, no súbditos de un reyezuelo!” Canales formaba parte de un grupo de al menos 500 personas que marcharon este jueves hasta la sede de la Asamblea Nacional de Nicaragua para pronunciarse contra las reformas a la Constitución, que el presidente Daniel Ortega envió al parlamento. Con su grito, la joven resumía el rechazo que ha generado en amplios sectores de la sociedad nicaragüense la reforma constitucional, que le permite al mandatario sandinista gobernar sin contrapesos, ser reelegido indefinidamente y con una mayoría simple de votos. “¡Repudiamos la pretensión de eliminar la democracia representativa!”, gritaba Canales a las puertas del Parlamento de Nicaragua.
La marcha de este jueves comenzó en la llamada rotonda Hugo Chávez, de la capital nicaragüense, donde se levanta un retrato del fallecido presidente de Venezuela, vestido de militar y con la cara amarilla, adornado con árboles de metal también amarillos y pequeños arbolitos de plástico que por la noche titilan con lucecitas de colores, un homenaje kitsch de la primera dama Rosario Murillo a quien fue el gran benefactor del Gobierno de Ortega. Los manifestantes avanzaron hasta las puertas de la Asamblea, a 400 metros de la rotonda, donde un cerco policial les impedía seguir. Hubo un breve forcejeo con los policías, hasta que los manifestantes pudieron adelantarse hasta las puertas parlamentarias, donde leyeron una proclama contra las reformas constitucionales y gritaron consignas contra el Gobierno de Ortega y los militares de Nicaragua.
“Daniel (Ortega) me hizo somocista”, dijo un hombre, con pinta de campesino, mientras escuchaba las proclamas contra el Gobierno. “¡Viva Somoza!”, gritó el campesino. “¡Los militares a sus cuarteles!”, arrojó por su parte Sofía, una de las manifestantes, que hacía referencia a la posibilidad de que los miembros del Ejército de Nicaragua puedan ocupar cargos públicos en los Poderes del Estado, una de las propuestas de la reforma de Ortega. “¡No más Guardia Nacional!”, respondían al lado de Sofía, en alusión al cuerpo militar de la dictadura somocista, célebre por la represión y torturas contra las adversarios del régimen.
La Asamblea Nacional deberá discutir en las primeras semanas de diciembre la propuesta enviada por Ortega. Es seguro que la reforma será aprobada sin contratiempos, dado que el mandatario nicaragüense controla la cámara. La ley establece que las reformas constitucionales se deben aprobar en dos legislaturas, por lo que la segunda discusión se haría a inicios de enero, cuando está prevista una gran marcha nacional contra los cambios constitucionales.
En un país donde el Gobierno se ha arrogado el derecho de reventar con sus huestes cualquier manifestación en su contra, la del jueves fue una marcha pacífica, en la que apenas se hizo sentir la presencia de grupos antidisturbios de la Policía Nacional. En la protesta también hubo tiempo para el humor, cuando un hombre, imitando la voz de Ortega, anunció que leería un decreto. “Juro irme con la Chayo a Venezuela, a comer guineo (plátanos) Maduro”, dijo el hombre, en referencia a la primera dama Rosario Murillo -que en Nicaragua es llamada popularmente por el diminutivo “Chayo”- y al presidente venezolano Nicolás Maduro. “¡Los que estamos con el chavismo, nos vamos al abismo!”, gritó el hombre.
Antes de finalizar la protesta, los manifestantes leyeron una proclama en que la anunciaban lo que denominaron el inicio de “una larga jornada por la recuperación de la democracia”, con protestas en varios territorios del país. Será difícil, sin embargo, que estas manifestaciones de repudio resuenen en los pasillos parlamentarios o convenzan al presidente Ortega de dar marcha atrás en sus pretensiones. Ortega mantiene intensas negociaciones con la principal cámara empresarial, para afinar un texto que beneficie al caudillo sandinista y al gran capital de Nicaragua, aunque Lillyam Canales, la joven que gritaba bajo el intenso sol de Managua, dijera el jueves a quien quisiera escucharla: “No reconocemos a Daniel Ortega como presidente Constitucional”.