Padre Miguel Picado Gatjens.

Después de verter varias opiniones sobre los beneficios que por más de un siglo los evangélicos han aportado a la sociedad argentina en educación, salud, deportes, entre otros, ese comunicado menciona las responsabilidades derivadas del reciente crecimiento numérico de sus congregaciones. También muestra cierto malestar porque los medios informativos destacan, “no siempre con acierto, la actuación de algunos personeros o entidades evangélicas que han expresado sus posiciones en materias relativas a género y aborto obviando la realidad que no todos los evangélicos sostenemos las mismas opiniones en estos temas”.

Se hace notar así la diversidad de posiciones dentro de las iglesias evangélicas, incluso en temas de ética sexual. Ahora bien, lo mejor del comunicado es lo que sigue:

“Según los evangelios, Jesús no expresó posiciones extremas en temas de moral sexual. Es más, cuando pusieron delante de él una mujer acusada de adulterio, evitó condenarla, rescatando así su vida (Jn 8, 1-11). En cambio, fue extremadamente duro con el rico que ignoraba al pobre que dormía en la calle frente a su puerta y con quien no quiso compartir sus bienes con los pobres (Lc 16,19-31). Jesús vuelca las mesas de los que especulaban con el cambio de dinero y quienes hacían negocio con la religión (Mt 21,12-7), acentuando en sus enseñanzas que “el que quiera ser grande debe servir a los demás”.

“Otros textos bíblicos mencionan las cuestiones de género, pero en un marco de afirmación de la vida y la justicia. Son indicaciones para las comunidades creyentes y no leyes que hay que aplicar al resto de la sociedad. Son opciones desde la fe y no un impuesto moralismo fariseo”.

En efecto, en ningún lugar de los evangelios se ve a Jesús arremetiendo contra las prostitutas y los homosexuales de uno u otro sexo. De las primeras dice que nos preceden en el Reino, quizás porque dependen solo de la misericordia de Dios y no tienen ningún mérito; de nada pueden vanagloriarse ante Él (a diferencia de los fariseos de antes y de ahora, bien instalados como acostumbramos en las iglesias). Lo característico del fariseísmo consiste en valerse de una pretendida superioridad de costumbres para humillar a quienes considera inferiores. Sobre la homosexualidad nada dice.

Volviendo al comunicado de los evangélicos argentinos, cabe anotar que deja por fuera dos situaciones en la cuales Jesús se muestra exigente en materia de sexualidad. Son omisiones comprensibles en un breve enunciado que no pretende agotar la materia. La primera de esas situaciones se encuentra en Mt 5,28, donde Jesús indica: “Quien mira a una mujer codiciándola, ya cometió adulterio contra ella en su corazón”. Es que Jesús juzga las intenciones de las personas, más que los actos materiales; no propicia una ética legalista.

La segunda es la prohibición del divorcio, contenida en Mc 10,11s; Lc 16,18 y Mt 5,32. En los tres lugares se advierte que quien se casa con una divorciada comete adulterio, pero en Mt se agrega “salvo en caso de fornicación”. Según los expertos, la intención del Nazareno no es prohibir el divorcio ni un segundo matrimonio –ya se dijo que no es legalista- sino proteger a las mujeres víctimas de divorcios promovidos por maridos lujuriosos. La ley les permitía repudiar a su esposa, la cual quedaba al borde del abismo social y emocional. La excepción de Mateo –que podría abrir espacio para un segundo matrimonio de la parte no culpable- no ha sido tenida en cuenta por el Derecho Canónico de la Iglesia católica.

Todo lo anterior hace inevitable una pregunta: ¿Por qué las iglesias evangélicas, al igual que la católica –a la que pertenezco- insisten tanto en asuntos de ética sexual, al punto de oscurecer el auténtico mensaje del Señor Jesús? No hay respuestas fáciles. Tal vez intente ofrecer algunas pistas en un trabajo próximo.