¿Es cierto o no, como afirman algunos críticos, que el problema del desabastecimiento de agua en las últimas semanas de la estación seca no se debe a falta de agua, sino a que AyA no ha desarrollado la infraestructura necesaria para llevarla a la gente?
Es cierto. Lo dije desde que asumí la presidencia ejecutiva de la institución en 2014 y no voy a retractarme ahora. Hay un importante rezago en infraestructura, pero esto no es un problema de hace cuatro o cinco años, sino de décadas. Y las obras requeridas no todas se pueden hacer a corto plazo.
Sin embargo, hemos hecho esfuerzos por desarrollar obras que atenúen el impacto del problema y también hemos trabajado intensamente por acelerar los grandes proyectos, como la quinta ampliación del acueducto metropolitano, una obra de 350 millones de dólares que se concibió en 1980 y que no se había emprendido hasta 2013.
De 2014 a la fecha, se han realizado los estudios de factibilidad, así como los de impacto ambiental, que ya fueron aprobados el año pasado. En este momento, el diseño de la obra se ha avanzado en un 25% y, según el calendario, la construcción iniciaría en 2021, para tener trabajando el acueducto en 2025.
Sin embargo, estamos empeñados en acelerar el proceso para poder iniciar el año entrante la construcción de esta importante obra, que inyectará 2.500 litros de agua por segundo a la red de la Gran Área Metropolitana (GAM).
¿Se podría decir que la inversión que realiza AyA se concentra en el área metropolitana, donde está la mayor concentración poblacional del país?
En absoluto. Cuando asumí la Presidencia Ejecutiva en 2014, me encontré con un problema de desabastecimiento muy serio en Guanacaste, debido a una prolongada sequía. Varios acuíferos costeros como los de Playa Panamá, Potrero, Tamarindo y Brasilito, se habían salinizado y el problema estaba a punto de repetir en El Coco. Los de la zona costera del Golfo de Nicoya se salinizaron prácticamente todos.
Entonces nos concentramos a trabajar en la solución de ese problema, buscando salida a proyectos que la institución ni siquiera tenía en cartera. Por suerte que hubo una declaratoria de emergencia que nos ayudó a trabajar más rápido.
Dos de esos proyectos en Guanacaste ya fueron inaugurados y otros están en construcción, bastante avanzados.
En la región Brunca hemos hecho muchísimos proyectos. Se construyeron acueductos en Corredores, Coto Brus, Puerto Jiménez, Golfito, Palmar, Pérez Zeledón y Buenos Aires. Muchos de ellos ya están concluidos y operando. Prácticamente a todas las ciudades de esa región se les ha resuelto el problema de abastecimiento.
Con el Caribe hay un problema distinto. En Limón, la mayoría de acueductos son manejados por Asadas. En el Pacífico Central no ha habido problemas, pues hay suficiente agua y los sistemas están funcionando bien.
¿Cuál es realmente la población afectada en la GAM por problemas de abastecimiento en los periodos secos y cómo se va a enfrentar el problema en los próximos cinco o seis años, mientras se termina la ampliación del acueducto?
Primero aclaremos un punto. Se ha querido hacer creer a la gente que como en la GAM viven dos millones de habitantes, hay dos millones de personas afectadas. No, la afectación media y alta es del orden de las 150.000 personas. No es que no sea una cifra importante, ni que no vayamos a hacer nada por resolver el problema, pero hay que poner las cosas en su justa dimensión.
Para paliar el desabastecimiento a corto plazo tenemos varios proyectos como la construcción de dos pozos, uno de ellos estaría listo para inicios del 2020 y el otro para dentro de 18 meses. En conjunto aumentarían la capacidad del acueducto metropolitano en 36.000 litros por hora. Además, tenemos un terreno frente al proyecto GOL, donde vamos a construir más pozos, para lo cual ya conseguimos el financiamiento.
¿Es cierto que el 50% del agua que capta AyA se desperdicia?
No, eso es falso. Lo que hemos dicho es que alrededor del 50% del agua servida por AyA no está “contabilizada”. Eso no quiere decir que el agua se desperdicie porque está siendo usada por miles de familias, lo que quiere decir es que no entra en las cuentas de la institución.
¿Por qué ocurre eso? Pue sucede que en el área metropolitana hay más de 400 asentamientos informales, a los que no podemos suministrarles formalmente el agua porque el AyA no puede conectar servicios a familias o personas que no tienen título de propiedad. Entonces, esas personas se conectan ilegalmente.
Eso ocurre en todos los países de América Latina. Los porcentajes de agua no contabilizada van desde un 40,26% en Uruguay hasta un 68% en Perú. Dentro de ese rango Costa Rica está en un nivel intermedio. Esa situación no tiene que ver con un problema de mala gestión, sino más bien con las características del desarrollo socio económico y urbano de la región.
En el agua no contabilizada también entran las fugas, pero cuando hay una fuga alguien la reporta y nosotros la atendemos, puede que sea inmediatamente o que duremos varios días, porque a veces no hay capacidad suficiente para resolver todos los incidentes en un solo día. Pero esa pérdida es porcentualmente muy pequeña.
Tenemos un proyecto financiado por un banco alemán para reducir el porcentaje de agua no contabilizada en al menos 17 puntos. Eso nos dejaría aún en un 33% pero así y todo pasaríamos al primer lugar de América Latina en contabilidad de agua. Sería un gran avance. Es cierto que el proyecto se ha desarrollado lentamente, pero eso tiene que ver sobre todo con las condiciones en que nos fue otorgado el préstamo.
¿Cómo impacta el desperdicio de agua de los consumidores? ¿Es importante?
Sí, creemos que impacta de una manera significativa. Resulta que Costa Rica siempre pensó en una única tubería para llevar agua a las casas, la que trae agua potable. La calidad de esta agua es para consumo humano, ha sido tratada, desinfectada y sometida a varias pruebas para garantizar su potabilidad. Sin embargo, igual se usa para riego, lavado de automóviles, aceras, jardines, algo realmente lamentable.
Nunca hemos contabilizado ese impacto, porque es muy difícil determinar el uso que cada quien le da al agua, solo podemos medir el gasto total. Y resulta que Costa Rica tiene un consumo per capita altísimo en relación con otros países. Los expertos extranjeros se asombran cuando escuchan las cifras del consumo en nuestro país, porque andamos casi al doble de lo que se considera apropiado.
Este excesivo consumo es algo muy cultural porque hasta hace poco el agua era muy barata. No fue sino hasta 2013 que ARESEP aprobó un aumento considerable de la tarifa. Pero en el 2015, consideró que la institución estaba recibiendo mucho dinero y nos rebajó la tarifa un 26%. Aún así, hemos hecho más inversión en infraestructura que las administraciones anteriores.
¿Cuánto es la inversión realizada por AyA durante los últimos cinco años, correspondientes a su periodo como presidenta ejecutiva?
En los últimos 5 años, hemos hecho una inversión de casi 750 millones de dólares, sin contabilizar el proyecto de ampliación del acueducto de la GAM. Esto significa un 28,7% más que lo se ha invertido en infraestructura en los últimos 14 años, teniendo incluso una tarifa menor. Actualmente, tenemos en marcha 118 proyectos.
Y un aspecto muy importante de esa inversión es su enfoque social. Hemos puesto mucha atención a comunidades vulnerables, por ejemplo en territorios indígenas, que han estado muy abandonados. Desarrollamos proyectos en Salitre, en Valle la Estrella, en Maleku, en la región Brunca. En Punta Burica hicimos nueve acueductos, pequeños pero suficientes para abastecer a todas las poblaciones de esa zona.
Entonces, yo planteo: está bien si se nos quiere evaluar, pero que nos evalúen integralmente. No se vale decir que hacemos una mala gestión porque unas familias en Guadalupe, que nunca habían tenido problemas de abastecimiento, se quedaron sin agua unos días a causa de un imprevisto, que fue la ruptura de un tanque de almacenamiento.