Paraisópolis, uno de los barrios más pobres de Sao Paulo, corre el riesgo de pagar un alto precio por el Covid-19. © Amanda Perobelli / Reuters
Por Sébastian Seibt. Es un drama que ha causado muchas discusiones en Brasil. El 19 de marzo, Cleonice Gonçalves se convirtió en una de las primeras víctimas de Covid-19 en el país. Esta mujer de 63 años fue contaminada por su empleadora, una adinerada brasileña que no había considerado necesario prevenirle a su ama de llaves que había estado expuesta al coronavirus durante sus vacaciones en Italia.
La tragedia desencadenó una ola de mensajes en redes sociales en Brasil contra la empleadora "que sospechaba haberse contaminado durante su viaje pero no quiso ser detectada", resaltaron las autoridades de Miguel Pereira, la pequeña ciudad donde vivía Cleonice Gonçalves.
Esta es una historia que resume acertadamente el sentimiento cada vez más frecuente en Latinoamérica: el coronavirus es un asunto de ricos y los pobres son quienes pagarán el precio.
En efecto, en varios países de la región la enfermedad parece haber sido importada por las élites. En México, el "muro" de Donald Trump no impidió que los fanáticos del ski importaran el virus desde la reconocida estación de deportes de invierno de Vail, en Colorado. Alrededor de veinte personajes adinerados mexicanos, entre quienes se encuentran el patrón de la Bolsa de México y el presidente ejecutivo de la marca de tequila José Cuervo, fueron contaminados entre las cuestas para ski, según las autoridades sanitarias mexicanas.
Sospechan que una competencia de snowboard realizada el 24 de febrero, en la cual participaron atletas italianos, fue el foco de exportación de Covid-19 hacia México. Un mes después, el país cuenta con más de 2.400 casos confirmados de contaminación por coronavirus.
En Uruguay, una reconocida diseñadora es acusada de haber permitido la propagación del virus en ese pequeño país, ubicado entre Argentina y Brasil. Al regresar de un viaje a España, donde la pandemia ya había comenzado a cobrar sus primeras víctimas, Carmela Hontou asistió a una boda en el seno de la alta sociedad uruguaya, donde se reunieron más de 500 personas, a principios de marzo. Las autoridades locales consideran que Hontou, siendo portadora del virus, habría contaminado a más de 40 personas en esa ocasión.
Acusada de negligencia, culpable por no haberse aislado tras regresar de un país en riesgo, Carmela Hontou corre el riesgo de comparecer ante los tribunales por haber "propagado una enfermedad contagiosa", según informa el periódico británico 'The Guardian'. Hontou rebate estas acusaciones y ha denunciado en varias ocasiones "haber sido tratada como una terrorista que habría traído el virus para matar a todo el mundo".
Incluso se sospecha que los descendientes de Pedro II, el último emperador de Brasil, jugaron un rol, sin saberlo, en la propagación del virus en Suramérica. En efecto, durante una cena de compromiso del tatara-tatara-nieto de Pedro II el 7 de marzo, se registraron los primeros casos confirmados de contaminación por Covid-19. Cerca de la mitad de los 70 comensales dieron positivo para coronavirus.
Sentimiento de clase
Tras esta fatídica cena, el virus se habría introducido en el cerrado círculo de un club de Río de Janeiro, al cual solo el 0,00041% de los brasileños más adinerados tiene acceso. Este pequeño paraíso reservado para los más ricos es considerado como uno de los primeros focos de contaminación del país.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, usa una máscara facial en este mural informal, a pesar de que ha minimizado la gravedad de la pandemia de Covid-19... © Mauro Pimentel / AFP
La llegada del virus a través de esta cumbre de la sociedad en Latinoamérica llevó a Miguel Barbosa, el gobernador del estado mexicano de Puebla a declarar que "si usted es rico, corre un riesgo, pero si usted es pobre, ¡es inmune!". Al fin y al cabo, para estar expuesto al virus, es necesario tener los medios para viajar a las regiones donde el coronavirus ya se ha instalado, lo cual sigue siendo un privilegio de una minoría en esta región del planeta, una de las más desiguales del mundo.
Pero eso significa ignorar que este agente patógeno no distingue entre clases sociales. "Tras haber visitado los penthouse de los más ricos, el virus descenderá con toda seguridad a los subsuelos de nuestro edificio social, donde se encuentran quienes tienen la menor cantidad de recursos", asegura el semanario mexicano 'Proceso'.
Y es ahí donde está el quid de la cuestión para algunos observadores.
"No es necesario decir que los más vulnerables son también quienes más padecerán esta epidemia. Es estructural", escribió Djamila Ribeiro, reconocida filósofa brasileña, en un artículo publicado en 'Folha de S. Paulo', uno de los periódicos brasileños más influyentes. En efecto, "los más afortunados tienen los medios para pagar una rápida detección, pueden pagarse las mejores clínicas privadas y no están obligados a depender de un sistema de seguridad social que rápidamente se verá sobrecargado", previene 'Proceso'.
El costo del confinamiento
Los barrios populares con grandes aglomeraciones también favorecen en mayor medida la propagación que las zonas residenciales donde viven los más adinerados, explica el periódico de izquierda argentino 'Diario Rio Negro'. El confinamiento corre el riesgo de ser mucho menos eficaz en los inmensos barrios marginales donde los habitantes no pueden escapar del hacinamiento, lo que convierte el concepto de aislamiento en algo muy relativo.
El confinamiento también tiene un costo económico muy diferente según la condición económica. "Es el mismo problema en cualquier parte del planeta pero se multiplica en Latinoamérica a causa de las desigualdades salariales, más marcadas que en otros lugares", le aclara a la cadena estadounidense 'ABC' Geoff Ramsay, investigador en la Oficina de Washington sobre América Latina, una ONG que promueve los derechos humanos en Latinoamérica. No es inusual que hogares donde habitan varias personas dependan del trabajo de un solo individuo quien, de la noche a la mañana, se ha visto privado de actividad a causa de las medidas de confinamiento.
Esta desigualdad ante el coronavirus ha causado que varias publicaciones de izquierda, en particular en Chile y en Argentina, declaren que esta pandemia pone en cuestión el modelo ultraliberal de desarrollo económico adoptado por una parte de los países de la región.
Los ricos también han estado en la mira de algunos políticos, En Chile, Jaime Manalich, el ministro de la salud, denunció una cierta despreocupación ante las consignas de confinamiento tras haber constatado "personalmente, al llamarlos" que algunos de estos conciudadanos más acomodados no estaban quedándose en sus casas.
Pero estigmatizar una parte de la población es contraproducente, según Jennifer Nuzzo, epidemióloga de la Universidad John Hopkins, entrevistada por el 'Wall Street Journal'.
En efecto, las personas que presentan síntomas ahora van a dudar antes de acudir a un médico por miedo a ser acusadas, lo cual reducirá la detección de los casos y favorecerá la propagación del virus que, a fin de cuentas, causará la mayor cantidad de estragos entre las poblaciones más vulnerables. Entonces, según ella, "los políticos que culpan a los ricos por esta situación en realidad están poniendo en peligro a los más pobres".
(Este artículo fue adaptado de su original en francés)